Lirios incongruentes.

     Desde hace un tiempo me empecé a percatar de que estoy olvidando algunas caras. Los rostros de personas que tanto quería (y porque no, sigo queriendo) se comenzaron a nublar cada vez más. Ya no puedo distinguir si aquel lunar en un rostro ajeno existió alguna vez. O si aquella sonrisa era tan cálida como la imaginé. Y es que la incomodidad de no saber el porqué de algunas cosas también oprime un poquito el pecho. ¿Por qué se alejaron? ¿O me alejé yo? Sinceramente eso tampoco lo recuerdo. Puede que a veces ninguna de las dos, más el responsable fue ni más ni menos que el tiempo. O tal vez es una excusa para no reconocer los errores o apaciguar un poco el sentimiento que deja la partida ajena. Es una especie de ansiolítico natural. Negar que nunca será posible un adiós, una despedida. Entonces es más fácil echarle la culpa de todo al tiempo. Como supo decir Mario Benedetti... "Siempre cuesta un poquito empezar a sentirse desgraciado" (La Culpa es de Uno).
Así que sin más... voy a tratar de recordar los rostros ajenos, aunque sea un ratito más. Y después voy a tratar de purgar, de incinerar para así olvidar por completo y para siempre. Porque por ahí es más fácil así, dejando que el paso implacable del tiempo se encargue de llevarse todo lo que alguna vez supo ser. Porque por ahí es más fácil así, olvidando miradas. Si al final... no soy más que el espacio vacío que existe entre lirios incongruentes que habitan el mundo de lo no dicho.


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