Aquello que me gustaría haber escrito, más no fue así: "El asunto".

    Como la vez anterior, donde hablé un poco de "Fue Amor", de Fito Páez, en este caso quiero hablar de otra obra que me encantaría haber escrito más no fue así. Una vez más es pertinente aclarar que el hecho de "querer haber escrito algo" nace en base a la admiración. Más bien sé que nunca podría haberlo hecho y me encanta que no sea así. En este caso toca otra canción, y es una de esas que es imposible que como mínimo a uno no le generen algo. Ya sea por la tierna voz de su cantautor a la hora de llevarnos por su hermosa prosa, por la calma melodía que se vuelve turbulenta a medida que nos adentramos en la narración o por aquellas frases que son para enmarcar. Se trata de "El Asunto", de Tan Biónica, del año 2013. La canción abre con las siguientes líneas:

"Ya bajé la guardia hace algún tiempo.
No me enojo ni me río porque sí.
Canto mi bolero desangrado, pinto el cielo en acuarelas.
Azul sobre gris".

Y es que de arranque, Chano nos está transmitiendo una marcada desazón ante algo que le acompleja. A causa de las tristezas vive en un modo "automático". Donde el azul y el gris conviven de igual forma, donde ya cuesta enojarse y reír. Más adelante dirá que ya le rindió cuentas al destino, por lo que cuesta terminar de compreder de donde viene el dolor. Y en este mismo tono transcurrirá toda la canción, toda la poesía. Y en un momento nos dejará uno de los versos mejor escritos por parte de su autor, estoy hablando de la magnífica:

"Yo vivo la vida de la ausencia.
Veo con los ojos del olvido, la verdad.
Cada lunes es un día muerto.
Y el espejo... fatalidad.
Pónganme anestesia sin apuro,
que hoy me está costando sonreír.
Tengo más pasado que futuro.
Y unos años sin dormir..."

Y es que ahí, en esos versos yace la genialidad de su autor. Ahí es donde todo está dicho, donde de forma clara y concisa yacen todas las verdades de aquellas angustias por parte de su escritor. En la simplicidad yace la complejidad. A veces es más difícil ser claro que simbólico. A veces, en la simplicidad también yace la genialidad. Este es el caso. Porque además, está tan bien escrito que se puede traspolar a cualquier alma en vilo. Cualquiera que esté atravesando una desazón podrá sentirse identificado. El pasado que pesa, el presente que duele, un futuro que angustia y las respuestas que se nos escapan. Y todo para cerrar de manera perfecta:

"Todas las mañanas llora porque sí.
No pretendo en sueños, yo sin vos, sin mí.
Fue la última vez que la vi.
Fue la última vez que la vi".

Un viejo amor, una vieja felicidad, una etapa acabada que fue mejor. La cuestión es que queda a merced de cada uno llevarlo al terreno del dolor propio para así, y tan solo quizás, apaciguar aunque sea por un breve instante aquello que tanto nos puede llegar a doler. Porque al final, ¿que mejor forma de atravesar el asunto que junto a una buena obra que nos haga sentir, aunque sea, comprendidos un ratito más?



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