Yiom Yiom, ¿me acompañás?
Hubo un momento, no sé bien cuando, que desde hace un tiempo hasta esta parte algo cambió. Tampoco sé dónde. Ni siquiera cómo. Pero bien sé reconocer la sensación de este nuevo estadío que de forma intermitente colma todo lo que rodea mi propio prisma. Es naranja, es violáceo, es negro. Son momentos específicos en los que opto por tomar consciencia sobre mi propio lugar y lo que ocupo dentro de mi propia percepción. Se siente como si la sangre se convirtiese en plomo, al menos por un breve momento. Y ahí termino llegando a lugares extrañísimos, como si hubiese hecho una especie de pacto momentáneo con una ¿entidad? que no termino de comprender. En estos lugares nuevos, siempre hay una voz que no deja de repetir líneas incomprensibles y deícticas. "Estábamos hechos de ácido y metal", "Cuando es de noche" o "¿Cómo éramos?". Sigo sin saber de que se trata. Muchas otras veces logro vislumbrar extrañas figuras que se quejan, otras que corren y al fondo alguna que otra que parece contemplar una especie de oscuridad lejana, o al menos así se siente. Curiosamente no se termina de sentir como una cuestión meramente espiritual, más sí una especie de encuentro naturalmente dado con una parte que se encontró mucho tiempo en leve pernocte.
Todo esto al principio dolió, pesó. Inclusive sentí miedo. Luego el tiempo transcurrió y dio lugar a la asimilación. Y para mi suerte, dejó de doler para darle paso a una especie de curiosidad. ¿Qué es? ¿De qué se trata? Aún tengo la desgracia de no llegar a ninguna respuesta, pero por otro lado asumí que quizás nunca lo haga. Tal vez ahí yace un poco la gracia de todo. Tal vez, cuando la catatonía desencadenada por esto que llamaremos "leve vorágine" se haga presente, no deba mas que sentarme, cerrar los ojos y esperar. Dejarme llevar por la corriente que guía los ríos de plomo que corroen la sangre de forma espontánea. Por ahí lleve a la cima de alguna colina. Y así, una vez más, pueda pactar con "Dios", si es que este se encuentra al final del breve recorrido. Tengo alguna que otra teoría sobre lo que me espera al final del viaje. Por ejemplo, soñé que encontraba una mano esbozando la siguiente línea:
-Yiom Yiom, ¿me acompañás?
Quien hablaba era la mano, no una figura antropomórfica. Sea como sea, cada vez que estiro para aferrarme y acompañar, algo me toma por sorpresa y hace que nunca vea quien está del otro lado.
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