EL VERANO INTERIOR (y todas las veces que supimos que así iba a ser).
Acto 1: Venus.
En el momento que sucedió fue que entendí,
disfrutaba de lo que acontecía.
Vibraciones químicas, como si estuviese corriendo por mi vida.
Perdido, sin todavía encontrar aquello que estaba buscando.
Fue en ese preciso instante que lo supe,
nunca volvería a ser lo mismo.
Creí que se trataba de la eterna búsqueda de lo desconocido,
algo que rompa con todo pretérito establecido.
Hasta que en tu tierna presencia,
símil al reflejo de Venus,
fue que comprendí: solo buscaba extrañeza en la monotonía.
Hacer del día a día una novedad.
Y entonces ahora, al borde del abismo es que te pienso.
Luché en cruzadas, ajenas y propias.
Escalé muros barrocos e interminables.
Crucé colinas y rompí cadenas.
Todo para llegar hasta acá.
Donde cada vez que te busco me invade la misma sensación.
La de querer extrañarte, aunque sea un día.
Cuando esto suceda, ahí, en ese instante… lo sabré.
Sin embargo, hoy, no encontré aquello que estaba buscando.
Aunque tengo una certeza:
atravesaría desiertos de desidia y junglas de cristal.
Todo por extrañarte, aunque sea una noche.
Acto 2: El Beso Robado.
Estuve toda la vida esperando.
Por alguien que me mire así,
como él me mira.
Por alguien que me encuentre en cualquier lugar,
como él me encuentra.
Por alguien que se aparezca de vez en cuando,
se pasee por mis lóbregos pagos y apacigüe la calamidad,
justo como él hace.
Que no me invite los besos.
Que simplemente los robe,
como todas las prendas que me quitó.
Estuve toda la vida esperando.
Por alguien que desde mis ojos sepa mirar,
por alguien que me ayude a resolver magníficos misterios.
Por alguien que me abrace en el último suspiro,
haciéndome sentir bendecido.
Que de vez en cuando me diga que todo está bien.
Que me haga saber que valió la pena.
Ya que estuve toda la vida esperándole.
Acto 3: Mar de Nubes.
Si tan solo pudiese observar una última vez,
aquello que yace debajo del mar de nubes.
Desde acá, donde el frío abraza todo lo que rodea,
es que no dejo de buscarle.
Éramos él y yo, juntos por el camino de sal.
Ahora soy yo, caminante corroído desde dentro.
A paso lento, guiado por una ola de mutilaciones.
Una que arrancó todo de mí, por buscar algo en él.
Atravesé tormentas, caminé desiertos.
Todo con tal de encontrarle.
Y ahora, en una solitaria cima es que me encuentro.
Aunque en la distancia los árboles acompañan.
Creo que voy a perder la cabeza de pensarlo todo tanto,
pero es que, ¿dónde estás?
Algo me dice que aún nos queda un atardecer.
El cual, cuando llegue, eterno lo voy a hacer.
Acto 4: Sol de la Mañana.
Dolió comprender que todo era una ilusión,
una absurda pesquisa interior.
Y ahora lo único que quiero es perderme,
aquí y ahora, en esta habitación de hotel.
Es un desorden químico guiado por un alba.
Uno de tantos, ya no sé cuál de todos fue.
Y es que el sol de la mañana me condena a recordar,
a hacerme saber que nunca más será.
Sin embargo, no me dejás enloquecer en paz.
Hiciste de mi pasado un nuevo comienzo,
para llevarte así todos los futuros posibles.
Dejándome reducido a una posibilidad: el nunca más olvidar.
Pero… ¿no era eso lo que querías?
Sacarme de casa, hacerme ver algo más.
Se trataba de un verano interior.
El tuyo, el mío.
Y de todas las veces que supimos… así iba a ser.
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