La difícil condición de sentir (y nunca dejar de hacerlo).
Los últimos días fueron cuanto menos... extraños. Conviví con varias de mis formas. Algunas me dan más miedo que otras. Inclusive alguna puede llegar a darme ternura. Pero también me sentí junto a un extraño en la habitación. Un constante vaivén de encontrarme entre la desorientación emocional y el abrazar lo que está, creyendo que no es nada o es poco. Sin embargo y como suele suceder con estas cuestiones, uno termina por tocar fondo. A menos que se afronte la situación y se llegue a la raíz del asunto en cuestión. Así que voy a proceder con un análisis exhaustivo de las emociones que estuve viviendo estos días y sus porqués.
La extrañeza comenzó junto con la semana, es decir, el Lunes. Podría decirse que el domingo por la noche fueron los primeros indicios de desconocimiento ante la situación. Era una sensación de bienestar mezclada con una leve brisa de desazón, como cuando está por llover y el clima está espectacular. Ya el lunes fue completamente diferente. En el primer cigarro del día me invadió una incomodidad que no pude poner en palabras del todo. Fumaba, sentado en la vereda y mirando un punto fijo, como hago siempre. La diferencia es que ahora estaba un poco mirando dentro de mí y... no encontré nada. Absolutamente nada. En primera instancia me preocupé, medio que me asusté. Pero en consiguiente dije "bueno, la verdad es que tampoco están pasando muchas cosas interesantes en mi vida", por lo que algo de paz me trajo. Y así transcurrió todo el lunes, no sintiendo absolutamente nada.
El Martes la historia parecía repetirse, conviví entre bosquejos de nada y angustias por la presencia apabullante de esa misma nada. La realidad es que no pasaba más de dos días sin sentir nada hacía siglos, creo que ni siquiera tengo recuerdos de eso, al menos en estos últimos cinco años. Todos los días estaba eufórico o desolado, inclusive ambas en el mismo día. Miedo a morir, ansiedad, angustia extrema, extrema felicidad, tristeza, nostalgia o llorar porque sí. Hay días en los que visité hasta tres o más de estos estadíos. Por lo que la ausencia completa de sentir apabullaba, pero sobre todo... asustaba, mucho. ¿Se había roto algo dentro de mí? ¿perdí la capacidad de sentir? ¿a partir de ahora voy a vagar por la tierra de la mano de la ausencia? Me invadió una catarata de preguntas guiadas por la más molesta neurosis, neurosis que... ¡No estaba! No tenía ningún tipo de padecer emocional, ¿¡qué me pasa!? ¿Morí para siempre? ¿Y el abismo al que tanto me gustaba mirar? ¿Se esfumó? Y así, poco a poco empecé a entrar en una espiral de preguntas que llevaban cada vez un poquito más cerca de la oscuridad. Ese martes, entre canciones me dormí. Lo último que recuerdo estar escuchando antes de entrar en sueño profundo fue mi playlist titulada Tangled Dreams (click aquí para escuchar), en ese momento sonaba un cover de Dancing in the Dark, de Bruce Springsteen, en este caso interpretado por una tal Faye Webster.
El Miércoles y como si fuese una broma de mal gusto por parte de mi querido inconsciente, me desperté triste (por lo menos volvía a sentir algo). ¿La razón? Soñé con un viejo amor. Uno que está lejos y al cuál me cansé de decirle adiós. Bueno, adiós... otra vez. Durante el transcurso del día me pregunté que estaría haciendo, en dónde y con quién. Pero desde la más absoluta curiosidad. Nada en plan obsesión. Una parte de mí entiende a la perfección que aquello que terminó debe yacer ahí, en los recovecos mas recónditos del vestigio de lo que alguna vez fue. Sin embargo vagaba por mi mente lo que pudo haber sido, las cosas que no fueron y querían ser. Otro día más de preguntas y preguntas. Llegando al final del mismo, mientras fumaba un cigarro y observaba el atardecer escuchando otra playlist (titulada light of mutilation, creada para los atardeceres, click acá), específicamente mientras sonaba El Último Lugar Abierto, de Santiago Motorizado, fue que me pregunté: ¿Qué pingo pasa? Porque no terminaba de entender. ¿Extrañaba a este viejo amor? ¿O era mera nostalgia de lo que alguna vez fue? ¿Extrañaba el sonido de su voz o el sonido de la que solía ser mi voz? Vagando por un mar de más preguntas fue que llegué a una conclusión: simplemente me sentía terriblemente... solo. En el último tiempo vagué entre diferentes vínculos en los que nunca me terminé de sentir cómodo ni encontrarme a gusto, ¿es mi culpa? ¿es de un otro? Considero que es más mía que del otro ya que soy yo quien tiene temas a resolver, pero tampoco considero que sea del todo mi culpa. La realidad es que uno no elige como sentirse frente a los demás, mucho menos el sentir amor (o en este caso, no sentirlo). La cuestión es que después de aquél amor nunca volví a sentirme comprendido. Y he de hacer una aclaración muy importante, y es que no estoy buscando a esta persona en otras (¿o sí), sino que me busco a mí. A mi propia voz, aquella que he perdido hace tanto tiempo atrás, aquella que se fue de la manito con su ronca voz y apagando de a poco, perdiéndose en un vacío que absorve hasta la luz que todavía no apareció. "See, the luck i've had can make a good man turn bad" supo escribir Morrissey. Me fui a dormir más tranquilo ya que había logrado poner en palabras lo que me estaba pasando.
El Jueves me desperté extrañado. No lograba encontrarme en ningún lado, había vuelto al punto de inicio. Así que me ahorré todas las preguntas y pasé directamente a la angustia por no sentir nada. "¡Pero estabas sintiendo angustia!" dirán ustedes. Así es, les digo yo. Sentía angustia por no sentir pero a la vez lo único que me hacía el no sentir era sentir angustia. Así es uno, una contradicción andante, una paradoja inexplicable. Bienvenidos al bello mundo de la incongruencia. Cuestión, que ante toda esta bataola de sensaciones y no-sensaciones, recurrí a lo que siempre recurro: el cine. A manotazo de ahogado busqué algo para ver y no se me ocurrió mejor idea que darle reproducir a "Before Sunset", de Richard Linklater. La cual pertenece a una trilogía de películas de romance. Ésta es la segunda, la cual en mi opinión es la más bonita y más romántica. Ni siquiera recurrí a una película de desamor como para sentirme un poco más comprendido. No. Fui directamente al lugar de la ausencia, al lugar que mas dolía. Entonces nada, ahí estaba, viendo la película y disfrutando de las bellas caminatas por París de estos dos enamorados cuando de la nada... ¡Lágrimas! No era una situación emotiva, no era nada particularmente emocional. El diálogo era de ellos dos sobre lo que era vivir en New York, nada más. Pero... ¿qué pasó? Bueno, obviamente seguí viendo la película. Una vez que la terminé salí a caminar a la plaza que está acá cerca de mi departamento para poder airear, fumar un pucho (¿qué contradicción eh?) y escuchar algún disco. El elegido fue "Dr. Feelgood" de Mötley Crüe. Que se yo, no pregunten. Cuestión que ahí estaba, caminando y pensando en todo lo que me había pasado durante la película y de golpe... ¡Felicidad! Estaba feliz, otra vez y después de muchos días. ¿Por qué? Resulta que gracias a la película se me presentó un nuevo panorama: la vida es esto, también. Es decir, la vida puede ser algo incomprensible que sucede entre un amor y otro, y en ese espacio de "no amor" uno simplemente debe tratar de vivir. Parece una idiotez lo que digo, sí, pero en el momento fue una bocanada de aire. Fue entender que no se trata de no volver a amar ni nada por el estilo, sino de que quizás esté en un momento de transición. Por ahí me muero re solo y sin volver a sentir amor romántico, pero bueno, es preferible tener esperanzas ya que es la que nos ayuda a convivir con todo lo que rodea y nos da un empujoncito para justamente no olvidarnos de vivir, de que hay una vida por fuera del romance y el amor, hay una vida hermosa en la soledad. El punto está en ser comprensivos con uno mismo, en respetar los tiempos propios.
El Viernes, es decir... hoy. Volví al mismo lugar, no estuve sintiendo una mierda durante todo el día hasta que vi la nueva película de Bob Marley y lloré un rato, pero no por algo en particular. Simplemente es el vacío, la nada. Sin embargo mientras escribía esto volví a acomodarme un poco, la psiquis se descontracturó un poco. En fin, a la conclusión que estoy llegando en este preciso instante es que uno se las tiene que ingeniar ya que todo esto es parte de la difícil condición de sentir (y nunca dejar de hacerlo).
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